Entre agosto y octubre llevamos adelante, junto a Fernando Ariel López —también bibliotecario, colega y referente en cultura digital— un ciclo de formación en inteligencia artificial dirigido a la ciudadanía en general.
Fue un curso básico, accesible, sin tecnicismos ni requisitos previos, pensado para que cualquier persona pudiera comprender qué es la IA y cómo afecta su vida cotidiana.
Las actividades se realizaron en el espacio virtual de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y la capacitación en convenio con el Municipio de San Martín, con el encuentro “Inteligencia Artificial: claves para la vida cotidiana y el desarrollo profesional”.
La propuesta estuvo centrada en lo esencial:
qué es la IA explicado en lenguaje claro;
dónde aparece en la vida diaria;
qué decisiones humanas hay detrás de los algoritmos;
cómo evitar desinformación y usos riesgosos;
cómo usar herramientas como ChatGPT de forma cuidadosa y provechosa.
La meta no era “entrenar expertos”, sino abrir puertas: que cada participante pudiera sentirse competente, informado y capaz de decidir por sí mismo.
Que dos bibliotecarios —López y Gutiérrez— estuviéramos al frente del curso no es un detalle: habla del lugar que nuestra profesión puede y debe ocupar en la alfabetización digital.
Las personas buscan criterio, no trucos.
Preguntan por impactos, riesgos, derechos, usos reales.
Y allí los bibliotecarios tenemos un enorme campo de acción.
Mediar, traducir, aclarar, ordenar lo complejo, acompañar:
eso hacemos históricamente, solo que ahora el objeto es otro.
Pasamos de alfabetizar en lectura y búsqueda, a alfabetizar en algoritmos y decisiones automatizadas.
Cuando lo explicamos en términos simples, la IA deja de ser magia y se vuelve comprensible.
Y una ciudadanía que comprende es una ciudadanía que decide.
Bibliotecas, universidades y municipios están llamados a garantizar estos espacios.
No para “enseñar a usar una herramienta”, sino para formar criterio tecnológico.
Trabajar junto a otro bibliotecario —con miradas, estilos y recorridos distintos— enriqueció la experiencia y reforzó una idea:
La IA no reemplaza a los bibliotecarios; revela por qué seguimos siendo necesarios.
La alfabetización en IA debe formar parte de la alfabetización ciudadana.
Y los bibliotecarios podemos liderar ese proceso con sensibilidad, claridad y compromiso público.
Enseñar IA no es enseñar tecnología: es enseñar autonomía.