Del Papel al Algoritmo
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Dec 17, 2025

Brainrot y bibliotecas (II): cuando el problema no es la distracción, sino el ritmo

Por qué la biblioteca no compite con el scroll, sino que propone otra forma de habitar el tiempo.


Durante años repetimos el mismo diagnóstico: la distracción.
Que los estudiantes no se concentran.
Que los lectores ya no leen.
Que el celular rompió algo que antes funcionaba.

Pero quizá el problema no sea la distracción.
Quizá el problema sea el ritmo.


El brainrot como experiencia del tiempo

El brainrot no es solo cansancio mental ni falta de atención.
Es una forma específica de experimentar el tiempo en la cultura digital.

En la lógica del scroll, todo sucede rápido, pero nada se asienta.
Los contenidos se acumulan sin convertirse en conocimiento.
Se consume mucho, se procesa poco, se recuerda menos.

No hay pausa real.
Hay desplazamiento constante.


La biblioteca y su temporalidad propia

La biblioteca fue pensada históricamente como un espacio con otro ritmo.
No necesariamente más lento, sino más denso.

Un lugar donde buscar lleva tiempo.
Donde leer implica demora.
Donde comprender no es inmediato ni garantizado.

La biblioteca no prometía rapidez.
Prometía profundidad.

Y ahí aparece la fricción.


El desfasaje: cuando los ritmos no coinciden

Cuando una persona entra a la biblioteca con la atención todavía vibrando al ritmo del feed, no está desinteresada.
Está desfasada.

Su cuerpo sigue entrenado para la respuesta inmediata, mientras la biblioteca propone otra lógica:
esperar, elegir, sostener una lectura, tolerar el silencio.

Ese desfasaje suele interpretarse como desmotivación.
Y la respuesta institucional suele ser la misma: acelerar la biblioteca para que se parezca al scroll.

Más pantallas.
Más notificaciones.
Más interacción vacía.

Pero el problema no es que la biblioteca sea lenta.
El problema es intentar que deje de ser lo que es.


La biblioteca como contracultura del ritmo

En un ecosistema diseñado para fragmentar la atención, la biblioteca puede funcionar como una contracultura del ritmo.

Un espacio donde:

  • no todo es urgente,

  • no todo se resume,

  • no todo se entiende en quince segundos.

Un lugar donde todavía sea posible equivocarse sin que un algoritmo penalice, demorarse sin culpa, cambiar de idea sin quedar atrapado en un perfil.

Esto no es nostalgia.
Es alfabetización atencional.


Brainrot no se cura: se aprende a convivir

Pensar que vamos a eliminar el brainrot es ingenuo.
Forma parte del ecosistema cultural en el que vivimos.

La pregunta no es cómo erradicarlo, sino qué prácticas, qué mediaciones y qué espacios pueden evitar que lo ocupe todo.

Ahí la biblioteca tiene una tarea nueva —y profundamente política—:
no solo organizar información, sino sostener formas de atención que hoy están en riesgo.


El valor de ir a otro ritmo

Tal vez el futuro de la biblioteca no sea más rápido.
Tal vez sea más humano.

Más lento cuando haga falta.
Más incómodo a veces.
Más silencioso en un mundo que no para de hablar.

Porque en tiempos de brainrot, sostener un espacio donde todavía se pueda pensar ya es una forma de resistencia.