En un contexto donde el gobierno argentino desfinancia la ciencia, la Campaña Talud Continental IV hizo algo profundamente disruptivo: investigó en público.
Durante 21 días, investigadoras e investigadores del CONICET, en colaboración con el Schmidt Ocean Institute, exploraron el cañón de Mar del Plata a casi 3.900 metros de profundidad. La experiencia se transmitió en vivo por YouTube y Twitch, alcanzó casi 18 millones de visualizaciones y mantuvo a miles de personas siguiendo cada inmersión.
El proyecto fue reconocido con el Martín Fierro de Oro de Streaming.
Pero lo importante no es el premio.
Lo importante es lo que esta experiencia nos dice hoy.
No hubo show ni promesas de impacto inmediato.
Hubo tiempo largo, silencio, espera. Hubo nombres científicos, hipótesis provisorias y dudas dichas en voz alta. En una cultura entrenada para el clip corto, millones eligieron mirar procesos.
Eso importa.
Porque cuando la ciencia se muestra tal como es —lenta, rigurosa, incierta— no pierde valor: gana legitimidad.
Los recortes funcionan mejor cuando la ciencia es invisible.
Cuando queda reducida a una línea presupuestaria o a un laboratorio cerrado.
Esta campaña hizo lo contrario. Puso en escena:
• El trabajo colectivo detrás de cada investigación
• La infraestructura científica que suele permanecer oculta
• El tiempo largo que requiere producir conocimiento
• La formación especializada que no se improvisa
Cuando millones de personas miran una expedición científica en vivo, recortar ciencia deja de ser un número y pasa a ser una decisión política con consecuencias visibles.
Durante la campaña se estima el hallazgo de unas 40 nuevas especies marinas, además de una diversidad inesperada de corales de aguas frías.
Pero el descubrimiento más profundo fue cultural: la ciencia puede abrirse sin simplificarse.
Abrir no es traducir todo a slogans.
Abrir es mostrar:
• Cómo se formulan las preguntas
• Cómo se construyen las hipótesis
• Cómo se nombra, clasifica y documenta
• Cómo la duda también forma parte del método
Eso también es alfabetización científica.
Mientras los algoritmos nos empujan a la superficie —a lo rápido, a lo rentable, a lo que rinde— esta experiencia propuso otra lógica:
• Descender
• Esperar
• Observar con atención
• Aceptar que no todo aparece de inmediato
Tal vez por eso funcionó.
Porque todavía hay deseo de profundidad.
Porque no todo conocimiento necesita ser inmediato para ser compartido.
Porque cuando se ofrece comprender, la sociedad responde.
Clasificar especies, describir hallazgos, documentar procesos, conservar registros, abrir datos:
todo eso es trabajo bibliotecario en otro soporte.
Cuando se desfinancia la ciencia, también se debilita:
• El acceso público a la información
• La memoria científica colectiva
• La infraestructura documental
• La formación crítica y situada
Las bibliotecas lo sabemos bien: lo que no se muestra, se vuelve prescindible.
Esta campaña no bajó línea partidaria.
No pidió fondos en pantalla.
No convirtió la ciencia en consigna.
Hizo algo más potente: mostró su valor en acto.
En tiempos de ajuste, hacer visible la ciencia es una forma de cuidado.
Una forma de defensa democrática.
Una manera de recordar que el conocimiento no es un gasto, sino un bien común.
Talud Continental IV no solo exploró el océano profundo.
Nos recordó que, incluso en streaming, todavía podemos aprender a mirar despacio.
¿Qué pasaría si más investigaciones se animaran a mostrarse en público, incluso —y sobre todo— cuando la ciencia es puesta en duda o desfinanciada?
¿Cambiaría la forma en que la sociedad entiende, defiende y cuida el conocimiento?
Si estas preguntas también te interpelan, Del Papel al Algoritmo es un espacio para pensarlas sin apuro, desde la biblioteca, la educación y la cultura digital.
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